martes, 17 de mayo de 2011

Lectio Divina  cuarta semana de Pascua    martes 17 de mayo 2011, Ciclo – A- Lecturas: Hechos 11, 19-26; Salmo 86; Juan 10, 22-30

PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA

NADIE LAS ARREBATARÁ DE MI MANO



1. Hagamos las LECTURAS 
Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: - «¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente.» Jesús les respondió: - «Se los he dicho, y no creen; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mi. Pero ustedes no creen, porque no son ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.»

VEAMOS NUESTRA REALIDAD – Hoy nos sorprende la pregunta que le hicieron los judíos a Jesús: ¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Lo cierto es que ojalá hoy muchos se hicieran esta u otras preguntas con respecto a Jesús. Porque ya ni preguntamos y si preguntamos no escuchamos la respuesta. ¿Será que no queremos la vida eterna?

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Declarándose a sí mismo como el único pastor con quien las ovejas pueden sentirse seguras, Jesús declara la ineptitud y la falsedad de los que se tienen a sí mismos como pastores del pueblo. La reacción más inmediata que provoca Jesús con estas palabras es que sus oyentes se dividen en dos bandos: Los que creen en sus palabras y aceptan que en verdad él es el enviado de Dios, y el bando de quienes sólo ven en él a un endemoniado y loco. Para este segundo grupo, a quienes comúnmente Juan denomina “judíos”, Jesús es un embaucador y mentiroso. Sin embargo, como nos muestra hoy el evangelio, aun estos mismos judíos empedernidos lo abordan hoy en el marco de la celebración de la fiesta de la Dedicación, para interrogarlo: “¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el Mesías, dilo claramente”. Jesús no se vuelve atrás; una vez más declara que sí, que ya lo ha dicho; pero subraya que sus oyentes no pueden entenderlo, ni pueden ver en él al enviado de Dios, por una razón muy sencilla: No creen.

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Hoy, la mirada de Jesús sobre los hombres es la mirada del Buen Pastor, que toma bajo su responsabilidad a las ovejas que le son confiadas y se ocupa de cada una de ellas. Entre Él y ellas crea un vínculo, un instinto de conocimiento y de fidelidad: «Escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen» (Jn 10,27). La voz del Buen Pastor es siempre una llamada a seguirlo, a entrar en su círculo magnético de influencia.

Cristo nos ha ganado no solamente con su ejemplo y con su doctrina, sino con el precio de su Sangre. Le hemos costado mucho, y por eso no quiere que nadie de los suyos se pierda. Y, con todo, la evidencia se impone: unos siguen la llamada del Buen Pastor y otros no. El anuncio del Evangelio a unos les produce rabia y a otros alegría. ¿Qué tienen unos que no tengan los otros? San Agustín, ante el misterio abismal de la elección divina, respondía: «Dios no te deja, si tú no le dejas»; no te abandonará, si tú no le abandonas. No des, por tanto, la culpa a Dios, ni a la Iglesia, ni a los otros, porque el problema de tu fidelidad es tuyo. Dios no niega a nadie su gracia, y ésta es nuestra fuerza: agarrarnos fuerte a la gracia de Dios. No es ningún mérito nuestro; simplemente, hemos sido “agraciados”.
La fe entra por el oído, por la audición de la Palabra del Señor, y el peligro más grande que tenemos es la sordera, no oír la voz del Buen Pastor, porque tenemos la cabeza llena de ruidos y de otras voces discordantes, o lo que todavía es más grave, aquello que los Ejercicios de san Ignacio dicen «hacerse el sordo», saber que Dios te llama y no darse por aludido. Aquel que se cierra a la llamada de Dios conscientemente, reiteradamente, pierde la sintonía con Jesús y perderá la alegría de ser cristiano para ir a pastar a otras pasturas que no sacian ni dan la vida eterna. Sin embargo, Él es el único que ha podido decir: «Yo les doy la vida eterna» (Jn 10,28).

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
-El pastor mercenario, si ve venir el lobo, huye... No tiene interés alguno por las ovejas.
He aquí la imagen contrastante. El falso pastor, sólo piensa en él. Es incapaz de arriesgar su vida ante el lobo. Las ovejas no cuentan para él. Jesús ha arriesgado su vida para defender a la humanidad. Ha arriesgado su vida por mí. Y Pablo, para expresar el inmenso valor de todo ser humano dirá: "¡es un hermano por quien Cristo ha muerto! (Rm 14, 15; Co 8, 11) Yo soy alguien para Jesús. Soy importante para El. Todo hombre es importante para Jesús. Está dispuesto a batirse por él.

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Padre bueno: El mensaje es claro.  Nuestros “oídos” han de reconocer la voz de Jesús.
Han de saber discernir el sonido de su llamada  del de otras falsas llamadas.  Y desde el convencimiento y la seguridad de que es Él  quien nos conduce, hemos de seguirle dóciles y sin reservas. Caminando en la confianza de que Él nos conoce a fondo  y de que es el único capaz de dotar a nuestra vida  de una felicidad profunda que atravesará los límites de la muerte. Siguiéndole a Él y arraigándonos en su pertenencia  haremos “oídos sordos” a las llamadas engañosas  de otros “falsos pastores”. Gracias Señor por el don de la fe.  Por ella podemos, poco a poco, ir conociendo tu identidad,  amarla e identificarnos con ella.  Así, Tú logras que vayamos creciendo en nuestra pertenencia a Ti. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación:  La invitación de la Palabra nos lleva a hacer de nuestras resistencias capacidades: escuchar y creer, vivir la vida en Dios, en el hermano, en cada situación; de nuestros olvidos, certezas: Dios es Dios, nos amó primero, nos ama con infinita ternura y misericordia, nos cuida y nos sostiene siempre; de nuestro conformismo, empeño: desde la comunión y la fraternidad hacer posible el proyecto del evangelio. “¿CONOCES EL SALMO O AL PASTOR?”

Al final de una cena en un castillo inglés, un famoso actor de teatro entretenía a los huéspedes declamando textos de Shakespeare. Después se ofreció a que le pidieran lo que desearían escuchar. Un tímido sacerdote preguntó al actor si conocía el salmo 22. El actor respondió: «Sí, lo conozco, pero estoy dispuesto a recitarlo solo con una condición: que después también lo recite usted».

El sacerdote se sintió algo incómodo, pero accedió. El actor hizo una bella interpretación con una dicción perfecta: «El Señor es mi pastor, nada me falta...». Los huéspedes aplaudieron vivamente. Llegó el turno al sacerdote, que se levantó y recitó las mismas palabras. Esta vez, cuando terminó, no hubo aplausos, solo un profundo silencio y el inicio de lágrimas en algún rostro. El actor se mantuvo en silencio unos instantes, después se levantó y dijo: «Señoras y señores, espero que se hayan dado cuenta de lo que ha sucedido esta noche. Yo conocía el salmo, pero este hombre conoce al Pastor».

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