Lectio Divina cuarta semana de Pascua jueves 19 de mayo 2011, Ciclo – A- Lecturas: Hechos 13,13-21; Salmo 88; Juan 13, 16-20
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
NO SOMOS LOS DUEÑOS
1. Hagamos las LECTURAS
Cuando Jesús acabó de lavar los pies a sus discípulos, les dijo: - «Les aseguro, el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que saben esto, dichosos ustedes si lo ponen en práctica. No lo digo por todos ustedes; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura : "El que compartía mi pan me ha traicionado." Se los digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda crean que yo soy. Se los aseguro: El que recibe a mi enviado me recibe a mí; y el que a mí me recibe, recibe al que me ha enviado.»
VEAMOS NUESTRA REALIDAD – Hoy puedes ser feliz lavando los pies a tus hermanos. Jesús fue feliz. Hoy no pierdas las ocasiones de mostrarte amigo y hermano. Hoy recibe a cualquier enviado de Dios, como si fuera Él mismo. Si hacemos el propósito de cumplir cualquiera de esas tres sugerencias, nos introduciremos en el espíritu de la liturgia cristiana, y mostraremos cuál es el sentido de la presencia de Dios en nuestras vidas.
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
El Evangelio de hoy corresponde a las palabras de Jesús en el contexto del lavatorio de los pies a sus discípulos, con lo cual Jesús ha realizado el signo más claro y pedagógico de lo que él espera de ellos. A la luz de ese testamento espiritual de Jesús cobran sentido y valor las palabras que escuchamos hoy: “El que sirve no es más que su señor, ni el enviado es más que quien lo envía”. Esta sentencia podría estar reflejando un llamado de atención del evangelista a los cristianos de su comunidad, que posiblemente estarían cayendo en la tentación de ponerse por encima de los demás, aparentando ser más que sus hermanos. Estaríamos hablando específicamente de los dirigentes de las comunidades. Es que hasta nuestros días no es extraño que en ciertos ambientes se perciba esa discriminación entre los que tienen funciones de dirección y los que son dirigidos. El gran desafío para nosotros hoy consiste en actualizar permanentemente ese mandato de Jesús; mantener siempre presente que nosotros no somos ni los dueños de la gracia, ni los amos y señores de la misión.
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Nos encontramos en la última cena. Un ambiente de familia e intimidad llena la sala del banquete. La luz vacilante de las velas nos invita al silencio y la contemplación.
Hace tan sólo unos instantes, el Maestro ha lavado los pies a sus discípulos. Grande lección de humildad y servicio. Los apóstoles no terminan de creérselo. Después de este acto de servicialidad Jesús les invita a servir a los demás como Él se los acaba de enseñar. Pero el Maestro aún no termina la lección y añade: “En verdad, en verdad les digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía. Sabiendo esto, dichosos serán si lo cumplen”.
¡Qué bien enseña Jesús! Nos enseña la verdadera humildad. Tan sencillo como ponerse en su sitio. La humildad no es ir todo tímido, hablando en voz baja, temeroso, desconfiado. ¡Nada de eso! Muy bien decía santa Teresa de Jesús: “Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad, que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en mentira”. Es decir, ponerse en su puesto. Sé que soy una criatura débil, pues me pongo en mi lugar. Esto no quiere decir que no aceptemos las virtudes que tenemos, porque sería ofender al que nos las regaló. María, la madre de Jesús, lo supo intuir muy bien. Por eso, en el Magnificat, María reconoce las maravillas que ha obrado el Señor en Ella. Se reconoce como criatura que ha recibido unos dones de Dios especialísimos, sin dejar de vivir la humildad. Yo no me imagino a María temerosa y desconfiada. Todo lo contrario, me la imagino bien alegre, pero con la alegría profunda del alma. María tenía que ser alegre porque un santo triste es un triste santo.
En este mes dedicado a María, lancémonos a imitar a nuestra Madre en su ejemplo de humildad.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
-Si saben esto, serán "dichosos" si lo practican.
¡Seamos dichosos imitando a Jesús-servidor! Y Jesús, una vez más, no se fía de bellas teorías, e insiste en la práctica humilde: estar en estado de servicio vale más que mil hermosas discusiones sobre el servicio. ¡Hay que lanzarse!
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Oh Dios todopoderoso: Tu Hijo Jesús nos recuerda hoy que no somos mayores que tu Siervo y servidor nuestro, Jesús, nuestro Maestro y Señor. Danos aguante y resistencia
para servirte a ti y a los hermanos sin esperar recompensa o gratitud, y para aceptar las dificultades y contradicciones, que son parte de la vida cristiana, y que son algo normal para los seguidores de aquél que cargó la cruz por nosotros, Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
para servirte a ti y a los hermanos sin esperar recompensa o gratitud, y para aceptar las dificultades y contradicciones, que son parte de la vida cristiana, y que son algo normal para los seguidores de aquél que cargó la cruz por nosotros, Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: Jesús nos ha recordado hoy que los “siervos no son mayores que su señor”. El amor es lo que impulsa al servicio y lo hace entregado y discreto. Si amamos sinceramente a nuestros hermanos, ellos saben que pueden acercarse a nosotros para solicitar cualquier servicio. “LOS IMPRESCINDIBLES”
“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.” (Bertolt Brecht).
De estos queremos hablar, de los que luchan toda la vida. Y son felices en la lucha, y son felices en el servicio. Jesús habla después de haber lavado los pies a los discípulos. En su vida felicidad y servicio son una misma cosa. ¿Y en la nuestra?
Hay un bonito cuento de una niña que, al pasar por un prado, ve una mariposa clavada en un espino. La niña la libera con todo cuidado y la mariposa alza el vuelo. Luego da media vuelta y se convierte en un hada. "En premio a tu bondad, quiero concederte un deseo", dice a la niña.
Esta lo piensa un momento y responde: Quiero ser feliz… El hada se inclina, le dice unas palabras al oído y desaparece.
A medida que la niña iba creciendo, no había en todo el lugar nadie más feliz. Cuando alguien le preguntaba el secreto de su felicidad, ella sonreía y decía: "Escuché las palabras de un hada".
Cuando fue anciana, los vecinos temían que pudiera llevarse a la tumba su maravilloso secreto. "Cuéntanos por favor qué te dijo el hada", le suplicaban. Y la viejecita respondió con una sonrisa: "El hada me dijo que por muy seguros de sí mismos que parecieran todos, me necesitaban".
Dichosos ustedes cuando se ponen a los pies de los que los necesitan. Se hacen imprescindibles.
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