martes, 24 de mayo de 2011

Lectio Divina  quinta semana de Pascua    martes 24 de mayo 2011, Ciclo – A- Lecturas: Hechos 14, 19-28; Salmo144; Juan 14, 27-31

PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA

LA PAZ DE CRISTO


1. Hagamos las LECTURAS 
Jesús dijo a sus discípulos: - «La paz les dejo, mi paz les doy; no se las doy yo como la da el mundo. Que no tiemble su corazón ni se acobarde. Me han oído decir: "Me voy y vuelvo a su lado." Si me amaran, se alegrarían de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se los he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigan creyendo. Ya no hablaré mucho con ustedes, pues se acerca el Príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda yo lo hago.»

VEAMOS NUESTRA REALIDAD – También ahora necesitamos esta paz. Porque puede haber tormentas y desasosiegos más o menos graves en nuestra vida personal o comunitaria. Como en la de los apóstoles contemporáneos de Jesús. Y sólo nos puede ayudar a recuperar la verdadera serenidad interior la conciencia de que Jesús está presente en nuestra vida. Hoy Jesús nos da esa misma paz, que debe recibir el contenido que quiso darle Jesús: no sólo un saludo de cortesía, sino una ratificación de su presencia, para no perder la esperanza y para fomentar la fraternidad.

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Además de la unidad que deben mantener los discípulos, además del amor en que deben vivir, reciben también el don de la paz: “La paz les dejo, les doy mi paz”; pero no una paz cualquiera, como la que da el mundo. ¿Qué diferencia puede haber? Una cosa es la convivencia pacífica, los pactos de no agresión, la ausencia de armas y de guerras; esto será lo que Juan entiende como la paz del “mundo”; una paz concertada sobre un papel, sobre frágiles acuerdos que de un momento a otro terminan en guerras, tan típicas y comunes entre los “dueños” y “señores” de este mundo. Por supuesto que eso no es lo que quiere dejar Jesús a sus discípulos. ¿Entonces, dónde está la diferencia? No se trata de conformar una comunidad de “ángeles” -que eso tampoco es lo que propone Jesús-, se trata sí de ir más allá de la forma como el mundo vive ese complejo sistema de relaciones. Jesús propuso ya el amor como la vía más segura y práctica para poder construir el “pluriverso”, que tanto necesitamos y que es, en definitiva, lo que da sentido a nuestra identidad humana.

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Hemos de ser honestos. En este mundo se trabaja por la paz y la justicia como no se ha trabajado nunca antes. Los esfuerzos de las Naciones Unidas han hecho que muchos ejércitos se dediquen a trabajar por la paz en lugar de hacer la guerra. Hay instancias a nivel mundial que trabajan para conseguir la paz en los pueblos, incluidos ejércitos que intervienen en conflictos entre las naciones.
Pero, con todo, a esa paz todavía le falta algo. Las instancias mencionadas se interponen entre los contendientes y a veces logran que la guerra se detenga. Es algo pero no es todo. La paz no es sólo ausencia de guerra. Es mucho más. La paz es justicia. La paz es buena relación con los demás  –vecinos, pueblos, religiones, culturas– y con nosotros mismos. La paz es respeto a los derechos humanos. La paz es plenitud de la persona que se siente bien consigo misma, que se siente reconciliada,  y es capaz de relacionarse desde la serenidad consigo misma, con los demás y con la creación entera. Desde esa paz se pueden enfrentar los conflictos pero nunca la violencia será una posible solución. Porque la paz no significa que no haya conflictos. La persona pacífica y pacificada sabe que hay conflictos –pertenecen a la esencia del crecimiento, de la vida misma– pero los enfrenta desde una perspectiva diferente a como los solemos enfrentar en este mundo. La violencia, bajo ninguna de sus formas, es una alternativa para solucionar el conflicto. El diálogo, la comprensión, la paciencia todas son actitudes que acompañan a la paz y que hace su morada en el corazón de la persona pacífica. 
Esa es la paz que nos regala Jesús. Es una paz que hace fuertes a los hombres y mujeres que la acogen. Con la paz de Jesús se enfrentan los problemas de la vida, sin miedo, sin temor, con coraje y valentía. La paz que nos regala Jesús no nos hace mojigatos sino todo lo contrario. Los discípulos de Jesús salimos a la vida con la paz como nuestro mayor tesoro y como hombres y mujeres libres compartimos la paz con todos los que nos encontramos a lo largo del camino.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
-Ya no hablaré mucho más con ustedes porque viene el "príncipe de este mundo", y nada en mí le pertenece.
La paz de Jesús, es una paz conquistada con gran esfuerzo. No es una paz bonachona, de tranquilidad, de falta de lucha... ¡El experimenta tener a alguien contra El! Un enfrentamiento se prepara con el "príncipe de este mundo". Pronto veremos que Jesús anuncia a sus amigos este mismo enfrentamiento entre ellos y Satán: "Me han perseguido, se les perseguirá." Evidentemente, esta paz de Dios no tiene ningún parecido con la paz del mundo. Hay que buscarla en el fondo de sí mismo, en pleno ambiente de tempestades y combates.

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Dios nuestro, Padre todopoderoso: Tú tienes poder absoluto sobre el mundo, 
y, sin embargo, respetas la libertad de los hombres incluso la de los que persiguen 
a tus discípulos y seguidores. Haz que nos percatemos de que nuestra fe
no nos protege contra el mal que nos infligimos unos a otros, sino que tú quieres que construyamos,  según tu plan de salvación, un reino de justicia, amor y paz. Ayúdanos, Señor, para que nuestra fe  aguante la prueba cuando fallen nuestros flacos esfuerzos. Te lo pedimos por medio de Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación:  Jesús nos dijo: “No se inquieten ni se acobarden”, porque  “la paz les dejo; mi paz les doy”. Esta es la certeza confiada que Jesús nos da. Estamos en las manos de Dios. “DIOS DE VIDA Y PERDÓN”

Dios de nuestros padres y nuestro: nos da vergüenza y apuro levantar la vista, porque el pecado nos envuelve como aire contaminado, y nuestras culpas se amontonan como un inmenso basurero.

Desde que aprendimos a andar hemos incurrido en muchas culpas.  Nuestros ojos son envidiosos, nuestras lenguas afiladas como cuchillos, y nuestras manos, sedientas de dinero, se pegan a las monedas como a la miel las patas de las moscas.

Tú nos propones la paz, y nosotros nos empeñamos en la guerra.  Tú nos invitas a vivir como hermanos,  y nosotros nos tratamos como perros. Tú nos propones la justicia, y apenas nos conmueve el desempleo, la corrupción, la delincuencia, la tortura, la emigración, la violencia y la pobreza de las personas y pueblos que nos rodean.

Mas ahora, en este momento, Dios fiel y misericordioso, pasas por nuestras vidas repartiendo perdón, curando heridas, restaurando cuerpos maltrechos, borrando nuestras infidelidades y fortaleciendo espíritus desfallecidos.

¿Volveremos a darte la espalda y a violar tus mandatos? Señor, Dios nuestro, Tú eres justo y nosotros un puñado de cobardes.

Aquí estamos, delante de ti, con nuestros pecados de siempre. Perdónanos, Señor y guía nuevamente nuestros pasos.


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