Lectio Divina viernes 01 de julio 2011, T.O. Ciclo – A- Lecturas: Deut 7,6-11; Sal 102; 1Juan 4,7-16 Mateo 11,25-30 (Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús)
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
VENGAN A MÍ
1. Hagamos las LECTURAS
De la primera carta del Apóstol san Juan 4,7-16
Queridos hermanos: Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios mandó al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Queridos hermanos: Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.
Del Evangelio según san Mateo 11,25-30
Jesús exclamó: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán su descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
VEAMOS NUESTRA REALIDAD:
Con mucha urgencia necesitamos que este corazón de Jesús nos contagie y pongamos los corazones nuestros a latir al unísono para aprender a amar más y mejor. Dios es corazón y amor y refugio seguro y quiere lo mejor para nosotros. La buena noticia es que tenemos a dónde ir cuando nos sentimos cansados y agobiados.
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Cuando celebramos la fiesta del Sagrado Corazón, o siempre que honramos al Corazón de Jesús, celebramos el amor que Dios Padre nos mostró en su Hijo. Por pura iniciativa suya, Dios Padre, fuente y origen de todo auténtico amor, nos busca y se nos da a sí mismo. ¿Y quiénes se abren a su amor? No los auto-satisfechos y autosuficientes, porque no sienten necesidad ni de Dios ni de los hombres. Su orgullo les impide aceptar el amor. Pero, por el contrario, los débiles y humildes pueden abrirse al amor de Dios, porque son conscientes de la pobreza de su amor; saben que son frágiles y vulnerables. --- Dios busca nuestra respuesta de amor. Esta respuesta debe incluir necesariamente el que mostremos a los que viven con nosotros un poco del calor del amor que recibimos de él. Deberíamos permitir a los hermanos acercarse a nosotros, como Cristo dejaba a todos acercarse a sí para aliviar sus cargas.
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Este año cae un poco tarde la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Estamos estrenando el mes de Julio. Los invito hoy a contemplar el “corazón de Cristo” como la válvula que hace circular el amor por nuestro mundo.
Como todo corazón, el suyo tiene:
Un movimiento de sístole. El corazón de Cristo concentra, absorbe, todo el desamor y el sufrimiento que existen en nuestra tierra. Es un corazón compasivo, que hace suya la contaminación que emponzoña la aceptación de nosotros mismos, las relaciones humanas, la construcción de “otro mundo posible”. Los evangelios dibujan a un Jesús que se acerca a cualquier persona necesitada, sin poner barreras de ningún tipo.
Un movimiento de diástole por el que pone en circulación el amor de Dios por todas las arterias de los seres humanos. Los Santos Padres han visto en “el agua y la sangre” que brotan del costado de Cristo una alusión simbólica a los sacramentos (bautismo y eucaristía), como expresiones de ese amor de Dios a toda la humanidad, un amor que nos descontamina (bautismo) y que nos nutre (eucaristía).
Los símbolos están expuestos a muchas deformaciones, pero, en su centro, nos remiten siempre a lo esencial. El “corazón de Jesús” es más que esas antiguas imágenes que se colocaban en las puertas con la inscripción: “Dios guarde esta casa”. Es el símbolo del “centro” de Jesús: su experiencia del Dios-Abbá y su entrega absoluta a los seres humanos.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
Vivir aliviados no es vivir resignados. La resignación es la bocacalle por la que huimos cuando nos vemos sobrecargados por la dificultad. El alivio nos lo ofrece Jesús en el Evangelio. Pero paradójicamente, el alivio evangélico no consiste en dejarlo todo sino en asumirlo todo, en cargar con los problemas con la sencillez que aprendemos de Jesús. La carga se hace ligera cuando hay un motivo para cargar con ella, cuando ya no es solo nuestra, sino también del que la ha tomado primero, y de todos los que deciden llevarla con nosotros.
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Demos gracias a Dios, nuestro Padre, por el infinito amor que nos ha mostrado en el Corazón de su Hijo Jesús. Oh Dios Padre, Dios con corazón: Tú has hecho visible tu amor en tu Hijo, hombre como nosotros excepto en el pecado, y por medio de él te has unido a nosotros con un vínculo de amor fiel. Acepta nuestra acción de gracias y ayúdanos a reflexionar sobre tu mismo amor, para que, como tú y como tu Hijo Jesús, no tengamos miedo de mostrar afecto y preocupación por nuestros hermanos y de prestarles generoso servicio aunque el hacerlo nos traiga inconvenientes. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: ¡Cuantas oportunidades se nos brindan a diario de aligerar el yugo de la gente que sufre! ¡Y cuántas veces desaprovechamos esas oportunidades! Y nos echamos encima fardos, yugos, cargas inventadas por nosotros o por otros. Si ayudamos a los demás a sobrellevar su yugo, el nuestro se aligera… “VENGAN A MÍ”
Los que están agotados y arruinados, los que han fracasado ante los demás y ante ustedes, los que sólo portan miseria y tristeza, los que ya no cuentan ni valen nada, los que sólo reciben golpes y olvidos, los últimos, los que ya no son queridos... vengan a mí, que quiero cobijarlos a la sombra de mis alas.
Todos los marginados y humillados, rendidos a cualquier precio y deseo: niños de la calle y de nadie, indígenas y campesinos a la deriva, desempleados al sol, cabizbajos, enfermos y ancianos apartados... vengan a mí, que soy refugio y libertad, y recobren su dignidad.
Hambrientos de pan y de justicia, de dignidad y de respeto, de salud y de ternura, de paz y de buenas noticias, de vida y de felicidad... vengan a mí, y sacien su hambre y sed, sin miedo y sin falsos respetos: ¡Todo lo que soy y tengo es de ustedes!
Todos los que sienten la vida, día a día, como una pesada carga: los rechazados, los perseguidos, los olvidados, los excluidos, los marginados, los extranjeros, los sin papeles, los que sólo tienen seguro que son pobres, gente sin voz, sin prestigio, sin nombre... vengan a mí, descarguen sus fardos y descansen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario