Lectio Divina miércoles 27 de julio 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Éxodo Éx 34,29-35; Salmo 98; Mateo 13, 44-46
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
DESCUBRE EL TESORO: DIOS TE AMA
1. Hagamos las LECTURAS
Dijo Jesús a la gente:-«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.»
VEAMOS NUESTRA REALIDAD – Es triste comprobar que hay muchos cristianos que no ven su fe en Dios, su relación con él y los demás, su religión y su cristianismo como un tesoro que alegra el corazón sobre manera y por el que merece la pena sacrificar tantas cosas y caprichos. El evangelio del Reino no es para ellos una alegre noticia que libera, sino una turbia fuente de obligaciones y consiguientes amenazas, es decir, una nueva y resignada esclavitud legalista en vez de la absoluta libertad del que ama.
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Uno de los sentidos iniciales de estas parábolas está en comprender que el Reino y el reinado de Dios son un tesoro de tan alto valor que un entendido daría gozosamente todo para conseguirlo. En términos más sencillos: “Las medias tintas” o “los más o menos” no ayudan a que se instaure el reino en la historia y en la condición humana de las personas, pueblos y comunidades. Esta conducta hace ver que Jesús comprendió el Reino de Dios como un descubrimiento cuyo gozo acaba con cualquier tipo de vacilación. En las dos parábolas se toma una decisión radical, renunciar libremente a todo por el tesoro encontrado; pero esa decisión se origina en la profunda fascinación que produce su descubrimiento. La alegría provocada por el hallazgo del tesoro, permite entender que la adhesión al proyecto de Dios no llega como una exigencia extraordinaria o heroica, sino como don gozoso de Dios, que por sus dimensiones y parámetros hace absolutamente feliz. Quienes han encontrado el tesoro se ponen en marcha por construir otro mundo posible, optando por construir fraternidad y solidaridad efectiva entre los seres humanos.
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Ese hombre encuentra un tesoro escondido en el campo. Lo esconde, no hace alarde del mismo. Ese encuentro desata su alegría de tal modo que vende todo lo que tiene para adquirir el campo en el que está el tesoro.
Es tan obvio que se nos escurre ante una mirada rutinaria: el tesoro no era buscado, se lo encuentra "por casualidad", de improviso, subrepticiamente.
No obstante, a pesar de su infinito valor y de no ser buscado, ese tesoro estaba allí en el campo. Sucede que el Reino esta allí, escondido y latente en la vida; solemos pasarlo de largo, hasta que un día lo descubrimos y todo cobra un nuevo sentido, todo adquiere un valor insospechado. Mejor aún, nada hay más valioso que ese tesoro encontrado.
Por el contrario, el mercader de perlas finas es un buscador consecuente y tenaz: es su oficio, es su tarea diaria, lo que mejor sabe hacer es buscar las mejores perlas. Esa búsqueda sin desmayos dá sus frutos: por fin se encuentra la perla mejor, la más valiosa, la más hermosa. Y es dable vender todo para adquirirla, es decir, no hay nada más valioso.
El Reino está oculto y palpitante en la vida; aún sin buscarlo, está allí. El Reino sucede en la existencia diaria, en el aquí y el ahora con una fuerza insospechada, con un valor inigualable. Quizás haya que reflexionar que si está allí, escondido y latiendo en la existencia, vibrante y silencioso, ese descubrirlo nos haga mirar a toda la creación de otro modo, valiosísima y sagrada, impregnada de la bondad del Creador que se nos regala -sin medir méritos, sin cuantificar premios o castigos- Él mismo.
Y otro color no menor: el Reino acontece, sucede, está escondido pero también se deja maravillosamente encontrar para el buscador tenaz y honesto.
No hay nada más valioso: quizás por ello el Maestro llame felices, bienaventurados a quienes lo busquen y lo encuentren.
El tesoro del Reino es la alegría perpetua, la felicidad que se brinda para toda la humanidad sumida en la tristeza y la oscuridad. Está allí, está aquí, sólo hay que encontrarlo.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
Es una sabiduría rara -la verdadera sabiduría- la de descubrir cuáles son los valores auténticos en esta vida, y cuáles no, a pesar de que brillen más o parezcan más atrayentes. ¿Qué es más importante: el dinero, la salud, el éxito, la fuerza, el gozo inmediato? ¿o la felicidad, el amor verdadero, la cultura, la tranquilidad de conciencia?
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Dios, Padre nuestro: Nuestro corazón permanece inquieto hasta que haya descubierto la paz que tú nos ofreces en tu Hijo Jesucristo. Ayúdanos a poner nuestra confianza y alegría no en cosas frágiles, perecederas, sino en tu Hijo, en su Buena Nueva de salvación, y en el reino que vino a instaurar entre nosotros. Haznos pobres de espíritu y receptivos, danos a cada uno de nosotros un corazón atento y sabio para seguir buscando hasta que te encontremos a ti en Jesús y en nuestros hermanos. Te lo pedimos por el mismo Cristo, Señor nuestro, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación:
Trabajemos para descubrir el tesoro encontrado, la perla más buscada: la certeza de saber que tenemos un Padre que nos ama con locura y que sabe lo que nos conviene, mucho más que nosotros mismos. “PORQUE TÚ LO QUIERES”
Tú eres todo lo que creo, todo lo que espero, todo lo que busco, todo lo que no tengo todavía, todo lo que todavía no soy, todo lo que amo…
Tú estás en todo lo que vive, en todo lo que nace, en todo lo que sufre,
en todo lo que ríe, en todo lo que canta, en todo lo que grita, en todo lo que me calma, en todo lo que amo…
Tú, el que me visita, el que me llama, el que me reconforta, el que me sugiere, el que me ofrece, el que me pide, el que me espera, el que me ama…
Tú, mi roca firme, mi oasis reconfortante, mi silencio sonoro, mi noche estrellada, mi manantial de vida, mi tesoro encontrado…
Tú, Padre/Madre, por encima de legalidades, por encima de saberes, por encima de manías, por encima de respuestas, por encima de historias…
Y yo, hijo tuyo porque eres Tú quien quieres que así sea.
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