PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
MI CASA SERÁ LLAMADA CASA DE ORACIÓN
1. Hagamos las LECTURAS
Después que la muchedumbre lo hubo aclamado, entró Jesús en Jerusalén, en el templo, lo estuvo observando todo, y, como era ya tarde, se marchó a Betania con los Doce. Al día siguiente, cuando salió de Betania, sintió hambre. Vio de lejos una higuera con hojas, y se acercó para ver si encontraba algo; al llegar no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos. Entonces le dijo: “Nunca más coma nadie de ti”. Los discípulos lo oyeron. Llegaron a Jerusalén, entró en el templo, se puso a echar a los que traficaban allí, volteando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y no consentía a nadie transportar objetos por el templo. Y los instruía diciendo: “¿No está escrito: Mi casa se llama Casa de Oración para todos los pueblos? Ustedes en cambio la han convertido en cueva de ladrones.” Se enteraron los sumos sacerdotes y los letrados, y como le tenían miedo, porque todo el mundo estaba asombrado de su enseñanza, buscaban una manera de acabar con él. Cuando atardeció, salieron de la ciudad. A la mañana siguiente, al pasar, vieron la higuera seca de raíz. Pedro cayó en la cuenta y dijo a Jesús: “Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.” Jesús contestó: “Tengan fe en Dios. Les aseguro que si uno dice a este monte: Quítate de ahí y tírate al mar, no con dudas, sino con fe en que sucederá lo que dice, lo obtendrá. Por eso les digo: Cualquier cosa que pidan en la oración, crean que se les ha concedido y la obtendrán. Y cuando se pongan a orar, perdonen lo que tengan contra otros, para que también su Padre del cielo les perdone sus culpas”.
VEAMOS NUESTRA REALIDAD – Ante esta lectura no nos queda de otra que examinarnos regularmente a nosotros mismos sobre cómo pudiéramos servir mejor a Dios y a su pueblo; también deberemos limpiar el templo de nuestros corazones y que, como los buenos árboles frutales, demos mucho fruto, no solamente evitando el mal, sino haciendo constantemente obras de misericordia, de justicia y de amor.
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Resulta extraña esta actitud de Jesús que maldice a un pobre árbol solamente porque no da fruto y, además, en una estación que no era la suya. Jesús aparece como el niño que da un puntapié a la mesa porque se golpeó con ella. Pero si entendemos que la higuera era símbolo del Templo, la idea se vuelve más clara. Un Templo desfigurado por tanto culto vacío, sacrificios de animales, incienso para espantar el olor de las bestias sacrificadas y sus excrementos, cambistas voceando el valor de la moneda, trece alcancías de colectas en el patio de las mujeres para recoger ofrendas por sus impurezas de menstruación y por trabajos impuros; y, en las galerías, los fariseos explicando la Ley, cargando sobre las espaldas del pueblo cargas que ellos ni con un dedo ayudaban a alzar. Ese culto era puro follaje sin frutos. Por eso Jesús arroja a los mercaderes del Templo, especialmente a los vendedores de palomas, que eran la ofrenda de los pobres. ¡Está claro que esa higuera debía secarse hasta la raíz! ¿Y nuestros cultos, no son acaso muchas veces como el del Templo de Jerusalén, puro follaje sin fruto?
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Cuando leemos los evangelios muchas veces nos hemos preguntado qué habrá supuesto para los Doce la experiencia de haber vivido con Jesús. Imaginemos por un momento que alguien nos invita a seguirle pero no nos dice muy claro a dónde ni para qué.
Obviamente, no creemos que el inicio de la relación Jesús-apóstoles haya sido literalmente como nos lo presentan, ni tampoco su posterior desarrollo, porque no es la intención de los evangelios hacer una biografía. De cualquier modo, –como toda relación personal- la antes mencionada debe de haber estado marcada por continuas sorpresas y descubrimientos.
El pasaje que se nos narra hoy presenta a Pedro sorprendido por el cumplimiento de las palabras de Jesús (al menos esa es la impresión que tengo al leerlo). La higuera que Jesús ha maldecido se ha secado. Ante la admiración del discípulo, el Maestro contesta: “Tengan fe en Dios….”.
Tener fe en Dios no significa solucionar problemas por arte de magia o vivir en “estado vegetativo” porque Dios todo lo puede y basta con que le pidamos para que se cumpla. Esto puede parecer contradictorio con las palabras de Jesús -si se toman al pie de la letra- y evidentemente no es eso lo que se pretende comunicar. Más bien, hacer notar que la fe no es remedio de males y/o garantía de bienestar, sino la certeza plena de que Dios supera nuestras expectativas y conceptos. Él nos guía por la vida a buen término, ya que nos ha creado para que seamos felices. A pesar de nuestros desvíos, porque somos seres libres, siempre está su presencia indicando –de algún modo- por dónde seguir en el camino.
La fe ante todo es don; y una vez acogido es relación y, por tanto, proceso. Se vive en diferentes estadios, con avances y retrocesos, con luces y sombras, también con dudas y confrontaciones. Pero ello no significa que sea deficiente o la hayamos perdido; al contrario, es la señal de que vamos abriéndonos al proceso de corresponder con absoluta confianza a dicho don. Por eso nos habla el texto de la oración, del encuentro personal y comunitario con Él. También nos recuerda la necesidad de perdonar, liberarnos de todo aquello que nos impida depositar nuestra confianza en los demás y también en Él. Además de hacernos ver que la fe se traduce en compromiso de vivir como hermanos.
Pidamos al Señor que nos renueve cada día el don de la fe, “Señor yo creo pero aumenta mi fe”.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
Hoy tenemos que estar atentos para descubrir con el correr del tiempo y con las señales que la historia nos va presentando, cuándo es necesario y urgente recrear nuestros sistemas sociales, políticos y hasta el sistema religioso y sus estructuras. Las mismas pueden caducar y llegar a ser estériles e infecundas. En la medida en que renovemos nuestras estructuras ellas se pueden convertir en servicio a la vida de los hombres y mujeres de hoy. Ojalá no nos pase como al judaísmo, vivir y sustentar sistemas caducos al que solo le vale la maldición.
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Oh Dios santo: Con frecuencia convertimos nuestros corazones en casas sucias de soberbia y codicia más que en limpios hogares de amor y de bondad
donde tú te sientas como en tu casa. Destruye el templo de pecado en nosotros, expulsa todo mal de nuestros corazones y haznos piedras vivas de una comunidad
en la que pueda vivir y reinar tu Hijo Jesucristo, Señor nuestro, vivo y resucitado, por los siglos de los siglos.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: Debemos adorar a Dios en espíritu y en verdad, de forma que nuestras vidas correspondan a lo que creemos, y así sirvamos a Dios y a nuestros hermanos. “DÉJALA UN POCO MÁS”
• No es la primera vez que vienes y que la higuera muestra sus hojas arrogante -verdes, grandes, ásperas, sin fruto-, engañándote.
• Sabes que ocupa terreno fértil, que sudaste y te deslomaste cuidándola para que diera los higos mejores, inútilmente.
• Y aunque tienes ganas de cortarla tu corazón de hortelano se resiste. Le cavarás la tierra, le echarás abono nuevamente…
• Hablo robándote las palabras que me dijiste al encontrarme e invitarme a tu causa y buena nueva urgentemente.
• Déjala un poco más. Déjanos un poco más. Déjame un poco más, Señor, y cuídame.
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