Lectio Divina tercer miércoles de cuaresma 30 de marzo 2011, Ciclo – A- Lecturas: Daniel 4,1.5-9; Salmo 147; Mateo 5,17-19
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
LA LEY DE DIOS NOS SALVA
1. Hagamos las LECTURAS
Libro del Deuteronomio 4,1.5-9
Moisés habló al pueblo, diciendo: «Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo les mando cumplir. Así vivirán y entrarán a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de sus padres, les va a dar. Miren, yo les enseño los mandatos y decretos que me mandó el Señor, mi Dios, para que los cumplan en la tierra donde van a entrar para tomar posesión de ella. Pónganlos por obra, que ellos son la sabiduría y la inteligencia de ustedes a los ojos de los pueblos que, cuando tengan noticia de todos ellos, dirán: "Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente." Y, en efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está el Señor Dios de nosotros, siempre que lo invocamos? Y, ¿cuál es la gran nación, cuyos mandatos y decretos sean tan justos como toda esta ley que hoy les doy? Pero, cuidado, guárdate muy bien de olvidar los sucesos que vieron tus ojos, que no se aparten de tu memoria mientras vivas; cuéntaselos a tus hijos y nietos.»
Del Evangelio según san Mateo 5, 17-19
Jesús dijo a sus discípulos: - «No crean que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Les aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.»
VEAMOS NUESTRA REALIDAD – Muchas veces pensamos que Dios no resuelve nuestros problemas; que como seres humanos inteligentes, somos capaces de vivir sin Dios. Pero al menor imprevisto nos vemos incapacitados de capear los temporales que se nos presentan. Y así vamos tomando decisiones que muchas veces nos llevan al hundimiento. Necesitamos patrones de conducta, necesitamos la ley de Dios, sus mandamientos, que no son esclavitud, sino caminos de desarrollo para el ser humano. Jesús no achica las exigencias de la Ley, sino que libera a la Ley de su carga de exclusión y la transforma en plataforma para poder amar más y mejor. Para quien ama como Jesús toda ley ha caducado, porque el amor la ha llevado a plenitud. ¿Qué ley obligaba a la Madre Teresa de Calcuta a una solidaridad “hasta que duela”, como ella decía? La ley del amor. En cambio, para quien no ama todo servicio es carga y hace falta la ley que lo obligue. No es cuestión de ley sí o ley no. Es cuestión de amor o de ausencia amor.
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Qué sentido tienen para nosotros los mandamientos de la Ley de Dios? Para algunos, son el resumen y la cima de toda moralidad; para otros, regulaciones estrechas y fuera de moda; y aún para otros, obstáculos para la libertad del Evangelio. Para Israel eran la expresión de fidelidad a Dios y al pueblo entero, como parte de la Alianza con Dios. Los mandamientos eran el camino para liberarse de toda forma de esclavitud: de los otros dioses, del egoísmo, del rencor, de la explotación de una persona por otra… Eran el signo de pertenencia del pueblo a Dios, y de la cercanía de Dios al pueblo. Y testificaban que el amor a Dios y el amor al prójimo no pueden separarse. En Cristo, todo esto queda cumplido, y mucho más. Los mandamientos permanecen, y se convierten en un paso fundamental, no hacia la salvación por medio de observancias concretas, sino para buscar comunicación con Dios en Cristo y comunión con nuestro prójimo; y están animados por el amor.
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy? Israel, esclavo, sale de Egipto, guiado por Dios. La meta de la salida es la libertad. Y la libertad tiene un precio, unas reglas: No hacer lo que esclaviza a la persona. Hay comportamientos que son imposibles en la tierra de la libertad: Todo aquello que me aparta de Dios y aparta al otro de mí no es libertad, es esclavitud. El enunciado es sencillo y fácil. En el ejercicio de la libertad se introduce la «libertad a centavo». Es una práctica bastante habitual y solapada. Consiste en «pesar y medir»: «¿Hasta dónde puedo llegar sin que sea pecado? ¿Con cuánto me puedo quedar sin que llegue a ser estafa?».
Cuando alguien funciona así, está más cerca de la tierra de la esclavitud que del país de la libertad. Es como si se preguntara: ¿Cuánta esclavitud puedo llevar en mi bolsillo? Quien cuenta la esclavitud que puede llevar consigo acabará engullido en la esclavitud total. Jesús denuncia un comportamiento de este tipo. Los doctores se sitúan ante la Ley con metro y balanza para medir y pesar sin pasarse. Lo significativo no es que se pasen de medida; lo preocupante es la actitud misma que toman ante la Ley: miden. Son esclavos de la Ley. El camino de vida se convierte, de esta manera, en norma que esclaviza. La preocupación principal no es cumplir la Ley, sino hasta dónde pueden llegar para no infringir la Ley. No son libres para amar y dar sin medida.
Y una de las novedades del Reino es «dar sin medida»: Perdonar sin medida, dar la vida sin medida, hasta el extremo, acoger al otro sin mirar raza ni carnet de identidad... Cuando en el comportamiento humano comenzamos a medirnos, a echarnos en cara tú me debes tanto porque yo te he dado tanto, lo que está fallando es la confianza fundamental, el amor más elemental, la vida misma. ¿Puede una madre contar las atenciones que tiene con su hijo pequeño? ¿Puede el verdadero amor llevar cuenta de lo que da? Jesús se presenta anunciando que no sólo no quiere abolir la Ley inicial (los mandamientos primeros), sino que su mensaje va más allá: hace saltar un funcionamiento centrado en medir, preocupado fundamentalmente por no pasarse. El amor no tiene frontera, no dice: Hasta aquí, este es el límite. Basta. Ya no te doy más.
Cuando el Señor multiplicó los panes, sobró; en la pesca milagrosa, las redes estaban a rebosar; cuando curó a los enfermos les dio salud y salvación; cuando se entregó, dio su vida hasta el extremo. La corrección a la Ley que Jesús introduce es un derroche. No sólo no mide y desprecia lo pequeño, sino que en lo pequeño, en el vaso de agua, se nota la calidad de libertad y de vida que el creyente vive. El amor es detalle.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
-Esos preceptos... serán su sabiduría y su inteligencia.
Seguir a Dios, es cosa prudente, inteligente. Sí, que cada vez más, eso pase a ser verdadero para mí. Que tu Palabra, Señor, sea mi "sabiduría", un alimento de mi espíritu. Que tus pensamientos lleguen a ser también mis pensamientos. Que tu manera de ver impregne mis modos de ver. Y todo ello en plena libertad. No como una coacción exterior obligatoria... sino como una fuente vivificante y profunda. No como un "mandamiento" tiránico y humillante... sino como una necesidad interior aceptada de buen grado.
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Dios nuestro: Tú nos has dado tus mandamientos para ponernos en el camino de la auténtica libertad, libertad de todas formas de alienación. Te pedimos que aprendamos a obedecerlos no para salvarnos por medio de observancias ni para hacerte favores a ti, sino para, siendo libres, entregarnos a ti y a tu pueblo y vivir en tu amor, con Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Que el gran mandamiento que nos dio Jesús guíe nuestra vida y la haga rica y hermosa. Lo recordamos: “Amen a Dios, y a su prójimo como a ustedes mismos”. Contamos con la fuerza del Señor.UN LENGUAJE DIFERENTE
Qué nos impide hablar con el lenguaje del Amor? Irresponsablemente caemos con frecuencia en ciertas actitudes que sólo nos complican y dificultan la comunicación.
Si realmente queremos aprender a hablar con el lenguaje del Amor,
será mejor que comencemos a pensar muy seriamente en renunciar a varias cosas…
No reacciones intempestivamente
Tal vez el verdadero motivo de la reacción que experimentas sea originado por situaciones antiguas que ya han quedado en el pasado, pero que al recordarlas, consciente o inconscientemente, nulificas a la otra persona…
Evita a toda costa el uso de expresiones ofensivas
Mejor no las uses, ni con los demás, ni contigo mismo, en ningún momento. Con esas frases “devastadoras” que tan hábilmente usas, y que sabes que llegan a la herida de la otra persona, a quien en realidad dañas, es a ti mismo…
No interrumpas la comunicación
Abandonar abruptamente una conversación, es una manera de manifestar violencia en contra de la otra persona. Con los monólogos sucede lo mismo. En el fondo, sólo se quiere tener “la última palabra”, nulificando la perspectiva y argumentos de la otra persona, por lo que se toma la ruta fácil de suspender la conversación evitando encarar lo que atenta contra nuestro poder, menospreciando al otro con nuestra huida. Con esa actitud, sólo logramos quedarnos solos.
MIÉRCOLES 30 DE MARZO DE 2011 Del libro del Deuteronomio 4,1.5-9
Moisés habló al pueblo, diciendo: «Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo les mando cumplir. Así vivirán y entrarán a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de sus padres, les va a dar. Miren, yo les enseño los mandatos y decretos que me mandó el Señor, mi Dios, para que los cumplan en la tierra donde van a entrar para tomar posesión de ella. Pónganlos por obra, que ellos son la sabiduría y la inteligencia de ustedes a los ojos de los pueblos que, cuando tengan noticia de todos ellos, dirán: "Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente." Y, en efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está el Señor Dios de nosotros, siempre que lo invocamos? Y, ¿cuál es la gran nación, cuyos mandatos y decretos sean tan justos como toda esta ley que hoy les doy? Pero, cuidado, guárdate muy bien de olvidar los sucesos que vieron tus ojos, que no se aparten de tu memoria mientras vivas; cuéntaselos a tus hijos y nietos.»
Del Evangelio según san Mateo 5, 17-19
Jesús dijo a sus discípulos: - «No crean que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Les aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.»
VEAMOS NUESTRA REALIDAD – Muchas veces pensamos que Dios no resuelve nuestros problemas; que como seres humanos inteligentes, somos capaces de vivir sin Dios. Pero al menor imprevisto nos vemos incapacitados de capear los temporales que se nos presentan. Y así vamos tomando decisiones que muchas veces nos llevan al hundimiento. Necesitamos patrones de conducta, necesitamos la ley de Dios, sus mandamientos, que no son esclavitud, sino caminos de desarrollo para el ser humano. Jesús no achica las exigencias de la Ley, sino que libera a la Ley de su carga de exclusión y la transforma en plataforma para poder amar más y mejor. Para quien ama como Jesús toda ley ha caducado, porque el amor la ha llevado a plenitud. ¿Qué ley obligaba a la Madre Teresa de Calcuta a una solidaridad “hasta que duela”, como ella decía? La ley del amor. En cambio, para quien no ama todo servicio es carga y hace falta la ley que lo obligue. No es cuestión de ley sí o ley no. Es cuestión de amor o de ausencia amor.
CONTEXTO: Qué sentido tienen para nosotros los mandamientos de la Ley de Dios? Para algunos, son el resumen y la cima de toda moralidad; para otros, regulaciones estrechas y fuera de moda; y aún para otros, obstáculos para la libertad del Evangelio. Para Israel eran la expresión de fidelidad a Dios y al pueblo entero, como parte de la Alianza con Dios. Los mandamientos eran el camino para liberarse de toda forma de esclavitud: de los otros dioses, del egoísmo, del rencor, de la explotación de una persona por otra… Eran el signo de pertenencia del pueblo a Dios, y de la cercanía de Dios al pueblo. Y testificaban que el amor a Dios y el amor al prójimo no pueden separarse. En Cristo, todo esto queda cumplido, y mucho más. Los mandamientos permanecen, y se convierten en un paso fundamental, no hacia la salvación por medio de observancias concretas, sino para buscar comunicación con Dios en Cristo y comunión con nuestro prójimo; y están animados por el amor.
LOS MANDAMIENTOS,
SIGNOS DE LIBERTAD Y AMOR
Israel, esclavo, sale de Egipto, guiado por Dios. La meta de la salida es la libertad. Y la libertad tiene un precio, unas reglas: No hacer lo que esclaviza a la persona. Hay comportamientos que son imposibles en la tierra de la libertad: Todo aquello que me aparta de Dios y aparta al otro de mí no es libertad, es esclavitud. El enunciado es sencillo y fácil. En el ejercicio de la libertad se introduce la «libertad a centavo». Es una práctica bastante habitual y solapada. Consiste en «pesar y medir»: «¿Hasta dónde puedo llegar sin que sea pecado? ¿Con cuánto me puedo quedar sin que llegue a ser estafa?».
Cuando alguien funciona así, está más cerca de la tierra de la esclavitud que del país de la libertad. Es como si se preguntara: ¿Cuánta esclavitud puedo llevar en mi bolsillo? Quien cuenta la esclavitud que puede llevar consigo acabará engullido en la esclavitud total. Jesús denuncia un comportamiento de este tipo. Los doctores se sitúan ante la Ley con metro y balanza para medir y pesar sin pasarse. Lo significativo no es que se pasen de medida; lo preocupante es la actitud misma que toman ante la Ley: miden. Son esclavos de la Ley. El camino de vida se convierte, de esta manera, en norma que esclaviza. La preocupación principal no es cumplir la Ley, sino hasta dónde pueden llegar para no infringir la Ley. No son libres para amar y dar sin medida.
Y una de las novedades del Reino es «dar sin medida»: Perdonar sin medida, dar la vida sin medida, hasta el extremo, acoger al otro sin mirar raza ni carnet de identidad... Cuando en el comportamiento humano comenzamos a medirnos, a echarnos en cara tú me debes tanto porque yo te he dado tanto, lo que está fallando es la confianza fundamental, el amor más elemental, la vida misma. ¿Puede una madre contar las atenciones que tiene con su hijo pequeño? ¿Puede el verdadero amor llevar cuenta de lo que da? Jesús se presenta anunciando que no sólo no quiere abolir la Ley inicial (los mandamientos primeros), sino que su mensaje va más allá: hace saltar un funcionamiento centrado en medir, preocupado fundamentalmente por no pasarse. El amor no tiene frontera, no dice: Hasta aquí, este es el límite. Basta. Ya no te doy más.
Cuando el Señor multiplicó los panes, sobró; en la pesca milagrosa, las redes estaban a rebosar; cuando curó a los enfermos les dio salud y salvación; cuando se entregó, dio su vida hasta el extremo. La corrección a la Ley que Jesús introduce es un derroche. No sólo no mide y desprecia lo pequeño, sino que en lo pequeño, en el vaso de agua, se nota la calidad de libertad y de vida que el creyente vive. El amor es detalle.
PARA REFLEXIONAR
-Esos preceptos... serán su sabiduría y su inteligencia.
Seguir a Dios, es cosa prudente, inteligente. Sí, que cada vez más, eso pase a ser verdadero para mí. Que tu Palabra, Señor, sea mi "sabiduría", un alimento de mi espíritu. Que tus pensamientos lleguen a ser también mis pensamientos. Que tu manera de ver impregne mis modos de ver. Y todo ello en plena libertad. No como una coacción exterior obligatoria... sino como una fuente vivificante y profunda. No como un "mandamiento" tiránico y humillante... sino como una necesidad interior aceptada de buen grado.
PARA ORAR
Señor Dios nuestro: Tú nos has dado tus mandamientos para ponernos en el camino de la auténtica libertad, libertad de todas formas de alienación. Te pedimos que aprendamos a obedecerlos no para salvarnos por medio de observancias ni para hacerte favores a ti, sino para, siendo libres, entregarnos a ti y a tu pueblo y vivir en tu amor, con Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.
PARA ACTUAR – Que el gran mandamiento que nos dio Jesús guíe nuestra vida y la haga rica y hermosa. Lo recordamos: “Amen a Dios, y a su prójimo como a ustedes mismos”. Contamos con la fuerza del Señor.UN LENGUAJE DIFERENTE
Qué nos impide hablar con el lenguaje del Amor? Irresponsablemente caemos con frecuencia en ciertas actitudes que sólo nos complican y dificultan la comunicación.
Si realmente queremos aprender a hablar con el lenguaje del Amor,
será mejor que comencemos a pensar muy seriamente en renunciar a varias cosas…
No reacciones intempestivamente
Tal vez el verdadero motivo de la reacción que experimentas sea originado por situaciones antiguas que ya han quedado en el pasado, pero que al recordarlas, consciente o inconscientemente, nulificas a la otra persona…
Evita a toda costa el uso de expresiones ofensivas
Mejor no las uses, ni con los demás, ni contigo mismo, en ningún momento. Con esas frases “devastadoras” que tan hábilmente usas, y que sabes que llegan a la herida de la otra persona, a quien en realidad dañas, es a ti mismo…
No interrumpas la comunicación
Abandonar abruptamente una conversación, es una manera de manifestar violencia en contra de la otra persona. Con los monólogos sucede lo mismo. En el fondo, sólo se quiere tener “la última palabra”, nulificando la perspectiva y argumentos de la otra persona, por lo que se toma la ruta fácil de suspender la conversación evitando encarar lo que atenta contra nuestro poder, menospreciando al otro con nuestra huida. Con esa actitud, sólo logramos quedarnos solos.