jueves, 15 de diciembre de 2011

Lectio Divina miércoles 14 de diciembre 2011, Tiempo de Adviento (III), Ciclo – B Isaías 45,6b-8.18.21b-25; Salmo 84; Lucas 7, 19-23

PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA


 EN ADVIENTO 2011

A PESAR DE LAS DUDAS



1. Hagamos las LECTURAS 
«Yo soy el Señor, y no hay otro: artífice de la luz, creador de las tinieblas, autor de la paz, creador de la desgracia; yo, el Señor, hago todo esto. Cielos, destilen el rocío; nubes, derramen la victoria; ábrase la tierra, y brote la salvación, y con ella germine la justicia; el Señor, lo ha creado.» Así dice el Señor, creador del cielo –él es Dios–, él modeló la tierra, la fabricó y la afianzó; no la creó vacía, sino que la formó habitable: «Yo soy el Señor, y no hay otro. No hay otro Dios fuera de mí. Yo soy un Dios justo y salvador, y no hay ninguno más. Vuélvanse hacia mí para salvarlos, confines de la tierra, pues yo soy Dios, y no hay otro. Yo juro por mi nombre, de mi boca sale una sentencia, una palabra irrevocable: "Ante mí se doblará toda rodilla, por mí jurará toda lengua"; dirán: "Sólo el Señor tiene la justicia y el poder". A él vendrán avergonzados los que se enardecían contra él; con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.»

Del Evangelio según san Lucas 7, 19-23
Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar al Señor: "¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?" Los hombres se presentaron a Jesús y le dijeron: "Juan, el Bautista nos ha mandado a preguntarte: "¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?"" Y en aquella ocasión Jesús curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista. Después contestó a los enviados: "Vayan a anunciar a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Y dichoso el que no se escandalice de mí."

VEAMOS NUESTRA REALIDADY dichoso el que no se escandalice de mí… Seremos dichosos cuando asimilemos que el Reino de Dios es muy diferente a lo que hemos aprendido o a las normas establecidas por la sociedad, regida casi siempre sólo por los respetos humanos y no por la misericordia divina. Cuando veamos sin escandalizarnos las acciones de justicia que quizá vayan contra nuestros propios intereses creados, entonces podremos “ir y anunciar que el Reino está cerca”.

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Las personas y los acontecimientos son agentes de salvación: Los cielos y la tierra colaboran, pero, en definitiva, Dios es quien salva por medio de las personas. Por medio del profeta Isaías, en la primera lectura, Dios se dirige a Ciro el Grande, que permitió a los judíos volver del exilio. Él fue un instrumento de Dios para liberar a los judíos. También a los paganos se les llama a la salvación. Cuando los discípulos de Juan preguntan a Jesús si es el Mesías esperado o si tienen que esperar a algún otro, el mismo Jesús les recuerda lo que los profetas habían anunciado sobre el Mesías, y les  insta a ver lo que él mismo está haciendo. Restaura la vista de los ciegos, hace oír a los sordos, cura a los leprosos y proclama la Buena Noticia del Reino a los pobres de cualquier clase que sean. ¿Acaso no era ésa una respuesta suficiente?

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Juan se encontraba preso en las mazmorras herodianas. La Palabra de Dios había descendido sobre él en el desierto, y desde allí lanzaba su llamado a la conversión.

Él sabe bien que alguien va a venir, y sabe a través de sus propios discípulos de la fama de Jesús. Posiblemente escapaba a su razonamiento la imagen que tenía del Mesías justiciero y vengador de su pueblo en contraste con lo que vislumbraba de Jesús. Por ello envía a dos discípulos suyos a preguntarle si era Él, Jesús, el que había de venir o debían esperar a otro.

Maravilloso Juan: sujeto por los grilletes de Herodes, con un destino casi inequívoco y a pesar de las dudas de su razón, confía en Jesús y de allí la pregunta que transmiten los suyos.

Y el Maestro con una gran delicadeza le envía la contestación a Juan: no lo adoctrina, no lo reprende. Lo proclama bienaventurado pues no se escandaliza de Él, y más: los discípulos tienen instrucciones precisas de informar al Bautista que han visto al Señor curando enfermos, haciendo oír a los sordos, recuperando la vista de los ciegos y anunciando la Buena Noticia a los pobres.

-y es un detonante de oración y contemplación el imaginarnos, en la oscuridad de su celda, la alegría de Juan, cómo se ensancha su pecho...-

Sin embargo, la respuesta de Jesús no está acotada a la pregunta del Bautista, sino que es Palabra para todos nosotros. El Reino de Dios se manifiesta por una lógica que no es la del mundo, y que es incluso mayor que la heroica entereza de Juan: Dios se mueve siempre primero y es ante todo misericordia que busca sin descanso el bien de todas sus hijas e hijos.

-Vayan a contar lo que han visto- es mandato para nosotros también: el Reino se manifiesta a través del testimonio, de la cura de toda dolencia, de la reparación del mal causado por la injusticia, de la prioridad de los pobres en el anuncio de la Buena Noticia del Dios que viene y se hace un Niño, un Niño que es nuestra liberación y que nos hace levantar la cabeza para poder mirar a los ojos y sin miedo a nuestro Padre.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
No todo el que dice -¡Señor!- entrará en el Reino de los Cielos, como el otro hijo que guardaba las formas pero nada hacía por cambiar y por hacer lo que su Padre quería. Aún así, ambos son hijos del mismo Padre. Aún así, pecadores o fariseos, todos somos llamados a la conversión. Aún así, todos somos hijos de Dios: negándolo a menudo o quedando en la formalidad vacía de hechos de caridad, somos hijos de un Padre que se nos acerca y nos pide -¡nos pide, no nos ordena!- que vayamos a trabajar en su viña. El camino de la justicia que cambia la faz de la tierra y de este mundo cruel e inhumano comienza en un Dios que se hace Niño, un Niño Santo que será hijo y hermano de todos.

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Dios nuestro: Tú nos prometes salvación y sabemos que tu palabra es irrevocable.  Para ti una promesa es el comienzo de su cumplimiento. Oh Dios, envíanos ahora  a Jesús, hoy, porque él es quien tiene que venir y no tenemos que esperar a ningún otro.  Que la gente vea que él está aquí cuando fomentamos fidelidad y justicia entre nosotros y cuando proferimos palabras de paz. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación: ¿Acaso podemos decir que somos comunidades cristianas en las que Cristo vive si todavía hay muchos pobres y abandonados entre nosotros, hermanos que sufren, víctimas de la injusticia y de la discriminación? Que el Señor nos cambie profundamente.ÉL VIENE”
Él viene… Lo aguardan en la esperanza los humildes, las almas sencillas, las comunidades que oran y comparten, mis hermanas y hermanos de corazón limpio.
¡Viene!

Él viene… Dios se hace un Niño en brazos de su Madre, por todos los niños y por los niños sin madre, por los niños impedidos de nacer, por los niños olvidados luego de nacer, por los niños que trabajan, por los niños sin escuela ni doctor, por los niños soldados, por los niños de la calle, por los niños prostituidos, por los niños presa fácil de las aves tenebrosas del narcotráfico, por los niños reservorios de órganos transplantables, por los niños sin horizonte, por los niños sometidos por el hambre y la miseria, por los niños eruditos de violencias, por los niños despreciados por piel y domicilio. ¡Viene!

Él viene…Los abuelos ignorados y archivados en hospitales y asilos, los trabajadores de salarios inhumanos y los desempleados, los pescadores y los campesinos, los mineros y los obreros, los sometidos por la injusticia, los esclavos del desprecio ajeno, las víctimas de toda violencia, los sobrantes de este mundo lo esperan. ¡Viene!

Él viene…Hay almas anegadas de llanto, vestidas de dolor y perfumadas de tristeza que no saben más que de días oscuros, y esperan un poco de luz. ¡Viene!
-ahora mismo, a pocos metros de aquí, mi hermano (no sé su nombre) prepara la cena de sus hijos hurgando con sus manos lo que pueda rescatar de entre la basura... y aunque no piense más que en el estómago vacío de sus criaturas, hay que avisarle,  ¡Viene!-

Él viene… Herodes violentos, filisteos bancarios, escribas financieros, Pilatos imperiales, Caifás apropiadores de religiones y almas, fariseos autodesignados custodios de vidas y virtudes de los otros no lo esperan, no lo esperaron ni lo esperarán y harían lo indecible para que no venga. Pero, incluso, para ellos también... ¡Viene!

Él viene por ti y por mí, por ella y él, por todos, sin excepción. Y nosotros tenemos la gracia y la buena ventura de dar aviso a los que no pueden esperar más, a los que abandonaron la esperanza, a los niños y a toda alma que confía en Él, a pesar de todo y de todos... ¡Viene!


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