Lectio Divina martes 07 de septiembre 2010, Tiempo Ordinario, Ciclo –C- Lecturas: 1Corintios 6,1-11; Salmo 149; Lucas 6, 12-19
Subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salta de él una fuerza que los curaba a todos.
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Que veamos nuestra realidad – Hoy muchos pensamos que el apostolado es cuestión de curas, monjas, hermanos religiosos y misioneros. Y que somos incapaces de hacer nada por el Reino. Eso es porque no entendemos nuestro bautismo. Y es por eso que hacemos ineficaz la fuerza que saltó de Jesús y que curaba a todos. Nadie es insignificante en el designio de Dios. Somos un eslabón de la larga cadena de transmisión de la fe; somos tan sólo un minuto, pero necesario, en el reloj de Dios y de su historia de salvación. Situados en el punto medio entre el pasado y el futuro, nuestra responsabilidad de creyentes y de testigos es que la antorcha de la fe no se apague en nuestras manos y seamos capaces de pasar el testigo a los que nos relevan en la carrera.
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Este grupo fue constituido por Jesús para que estuvieran con él, siguieran sus pasos, aprendieran sus enseñanzas y propagaran su obra. Las relaciones que establecieron fueron las de maestro y discípulos en un arduo proceso de aprendizaje que estaba fuertemente respaldado por el testimonio de la propia vida. Una de las características más sorprendentes de este grupo es su heterogeneidad. El grupo estaba compuesto por pescadores, un recaudador de impuestos, un celoso de la ley y un traidor. Son personas sencillas, trabajadoras, sin títulos mayores; por eso los discípulos no aprendieron fácilmente lo que Jesús les enseñó. Por el contrario, parece que cometieron muchos errores que posteriormente, después de la resurrección, fueron corregidos con el poder del Espíritu Santo, que realizó cambios admirables en la vida de estas personas.
El título de apóstol (enviado) designa una función y no una dignidad, un servicio y no un poder. La mención de los nombres de los discípulos subraya su nueva responsabilidad, que no es una actividad restringida, sino una misión duradera. Todos nosotros hemos sido llamados desde nuestra vocación bautismal a cumplir una misión en la construcción del Reino de Dios. Tenemos un compromiso y una responsabilidad desde nuestra profesión concreta. No descarguemos falsamente en las manos de sacerdotes, religiosos y religiosas la tarea que todos tenemos como cristianos y cristianas.
A pesar de las carencias de toda esta gente, Dios les dará su Espíritu, y entonces serán realmente sus testigos hasta los últimos rincones de la tierra. Cuando Jesús baja con ellos del monte, inicia la instrucción de cómo ha de ser la forma de proceder de sus discípulos: antes que nada han de saber acoger a todos con amor, proclamarles la Buena Nueva , curarles de sus enfermedades y liberarlos de su esclavitud al mal. Quien haya de cumplir con esta misión debe, antes, ser una persona de profunda oración en una auténtica intimidad de amistad con Dios; además el discípulo, convertido en apóstol, en enviado, en misionero, no ha de confiar en sus propias cualidades y en los métodos humanos, por muy buenos que parezcan; ha de confiar en Dios y en la fuerza del Espíritu de Dios que Él nos ha comunicado, para que sea Él, y no nosotros, quien haga que todos lleguemos a la verdad plena y seamos, realmente, transformados en hijos de Dios, libres de todo aquello que nos había alejado de su presencia y de su amor.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
"Salía de él una fuerza que los curaba a todos". Repite pausadamente estas palabras que cierran el evangelio de hoy..... Para muchos Dios es hoy una palabra gastada, un concepto vacío, algo así como un personaje cada vez más lejano. No así para aquellos enfermos y atribulados que se acercaban a Jesús para oírlo y tocarlo ni para esos doce discípulos a los que nombró apóstoles ¿Crees en el encuentro con Dios como una experiencia gozosa, capaz de transformar a la persona trastocando su vida entera?
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Te alabamos, Padre, porque Cristo, tu Hijo y enviado, anunció el evangelio del Reino a los pobres y humildes y fundó su Iglesia sobre las columnas de los apóstoles. Tú nos llamaste a formar un pueblo compacto que te sirva en la unidad, la verdad y la santidad. Te damos gracias por la fe recibida de nuestros mayores a través de una larga cadena de testigos y creyentes. No permitas que la antorcha se apague en nuestras manos, sino que transmitamos su llama a las nuevas generaciones. Haz, Señor, de tu Iglesia un hogar de amor y alegría para un mundo que camina en tinieblas buscando la luz. Así todos encontrarán en ella un motivo de esperanza. Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: “Salía de Jesús una fuerza que los curaba a todos”. Estamos llamados y capacitados desde nuestro bautismo (como los doce) por nuestro nombre, para servir, para aliviar el sufrimiento, para salvar… Sólo que el mundo nos ha “des-educado” para actuar así. Si permanecemos en sintonía con la Palabra , escuchándola y poniéndola en práctica en comunidad podemos hacer muchas cosas en beneficio de nuestros hermanos. Por eso pidámosle que nos ayude a ser: “Discípulos y ciudadanos”
Señor, enséñanos a mirar al cielo, a gustar las cosas de arriba, a guardar tus palabras, a sentir tu presencia viva, a reunirnos con los hermanos, a anunciar tu mensaje, a escuchar a tu Espíritu, a sembrar tu Reino, a recorrer tus caminos, a esperar tu venida, a ser discípulos.
Señor, enséñanos a vivir en la tierra, a seguir tus huellas, a construir tu comunidad, a repartir tus dones, a salir de Jerusalén, a invertir los talentos, a disfrutar de la creación, a caminar por el amplio mundo, a continuar tu proyecto, a morir dando fruto, a ser ciudadanos. Señor, enséñanos a gozar como hijos y a vivir como hermanos. Enséñanos a ser discípulos y ciudadanos.
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