Lectio Divina Martes 14 de septiembre 2010, Tiempo Ordinario, Ciclo –C- Lecturas: Números 21,4b-9; Salmo 77; Juan 3, 13-17 (Exaltación de la Cruz)
Jesús dijo a Nicodemo: -«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
Veamos nuestra realidad– El ser humano de hoy tiene un desconocimiento inmenso tanto de la cruz, como del amor del Padre. Tenemos conceptos tan equivocados al respecto, que vamos enredando cruces y amores malentendidos de tal forma que en lugar de ser para nosotros fuentes de salvación se convierten en fuentes de dolor. ¡Cuántas cosas cambiarían en nuestras vidas si sólo entendiéramos aunque sea un poquito el inmenso amor que nos tiene el Padre y el valor insuperable de Cristo crucificado!
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Este Texto presenta el misterio de la cruz del Señor, como exaltación. Y esto está claro desde el comienzo del evangelio: “Así como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre”
Juan nos explica el misterio del Verbo Encarnado en el movimiento paradójico del descenso-ascenso (Jn 1,14 “Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros”.18; “Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado a conocer” 3,13 “Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo; es decir, el Hijo del hombre). Y es éste el misterio que ofrece la clave de lectura para comprender el despliegue de la identidad y de la misión de Jesucristo passus et gloriosus, y podemos decir con razón que esto no vale solamente para el texto de Juan. La carta a los Efesios, por ejemplo, se sirve de este mismo movimiento paradójico para explicar el misterio de Cristo: “Subió. ¿Qué quiere decir, sino que había bajado con los muertos al mundo inferior?” (Ef 4,9).
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Que la devoción a la cruz de Cristo ha sido siempre muy popular en la Iglesia. Las fiestas populares en tantos pueblos, las señales de muchos caminos, la cruz que preside la vida y la muerte, la cruz al comenzar un viaje o la jornada o la comida familiar. Lo decía el viejo catecismo: “La señal del cristiano es la Santa Cruz ”.
Es cierto que se ha abusado mucho del símbolo de la cruz. Esas cruces personales en el pecho, sólo motivo de ostentación y de pompa con su oro o plata, esas cruces que hacemos como una magia o rutina, esa cruz a la que recurrimos, como voluntad de Dios, y es consecuencia de una mala actuación de los hombres.
La cruz siempre está presente porque sigue habiendo hoy muchos crucificados, muchos maltratados, sufrientes, explotados, enfermos, oprimidos. ¿Cómo olvidar la cruz?
Sí, queridos hermanos y hermanas la Cruz, muerte que da vida
La cruz de Cristo conecta el cielo con la tierra. Es el círculo que traza Jesús. Bajó del cielo, se hizo hombre, vivió obediente hasta la muerte en cruz. Y en la cruz fue exaltado: como una paradoja, en la cruz, lugar de humillación, su muerte se torna victoriosa, se inicia el camino para subir al Padre.
“Oh cruz, fecunda fuente”, cantamos en la liturgia. Fuente de vida para los hombres. Es la catequesis de Jesús a Nicodemo, el fariseo, miembro del Sanedrín, con el que tuvo una conversación nocturna. Dos veces repite Jesús: El Hijo del Hombre tiene que ser elevado “para que el que cree tenga vida eterna”. E insiste: “Para que no perezca ninguno”, “No para condenar al mundo, sino para que se salve”.
Jesús evoca la escena del desierto: la gente miraba la imagen de la serpiente elevada sobre el estandarte, y quedaba curada.
¿Por qué el dolor?
La verdadera respuesta al dolor es la cruz de Cristo. Dios no envía el dolor al hombre, no castiga, sino que sufre a su lado. No es cristiano hablar de resignación. Nosotros, como Jesús. No hace falta buscar el dolor “para imitar a nuestro Señor”. Como Jesús, queremos amar a la gente, y el amor siempre lleva a la cruz. Hasta hay una canción que dice: “Cristo vive perdonando, y murió crucificado” Es entonces, cuando nos dice el Señor: “Toma tu cruz (la tuya), y sígueme”.
Claro que no basta con aceptar nuestro dolor. Es necesario combatir el dolor. Y la mejor manera de combatirlo es ir a sus causas, para poder eliminarlas. Cuántas veces se ha citado al Obispo Hélder Cámara: “Cuando me preocupo y ayudo a los pobres, me llaman santo; cuando trato de hallar las causas de la pobreza, me llaman comunista”.
Finalmente, hay que transformar el dolor. Existen muchas personas a las que el dolor las transfigura, las hace más buenas. Después del sufrimiento, saben valorar mejor la vida, saben dónde están las cosas que más importan en la vida, son más amables, se acercan más a Dios. Esos sí que miran al dolor desde la cruz de Jesucristo.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
No sé por qué hay extrañas razones en nosotros que nos empeñamos en hacer de Dios un contrincante que está a nuestro acecho. Debería bastar esta página de Juan para convencernos de lo contrario. No debemos perder de vista el punto de partida: mirar a la serpiente levantada en alto suponía la curación. Lo contrario es igualmente válido: dejar de mirar a la serpiente suponía no curarse. Es decir, excluirse uno a sí mismo de ser curado. Esto es exactamente lo que dice Juan cuando escribe que los hombres han preferido la tiniebla a la luz. Lo cual significa que el hombre es el único responsable de su destino y que Dios no es ni su contrincante ni su juez. Dios es sencillamente un padre, cuyo hijo único ha sido levantado en lo alto de una cruz. Pero para fortuna nuestra, al mirar a este hijo quedamos salvados.
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Padre, hoy nos postramos ante la cruz de tu hijo para implorar por nuestra salvación. Que por fe y no por razonamiento entendamos que tú nos amas hasta lo infinito y que nos quieres felices y que vivamos para siempre contigo. Que sepamos reconocer nuestras cruces y hagamos lo imposible por que esta no nos agobie y condene sino que nos transforme y salve. Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: Cuando lleguemos a entender a qué vino el Hijo de Dios a la tierra, entonces entenderemos también nuestra misión y no andaremos algarete en la vida sino que integrados física y espiritualmente. Porque: “Tú nos salvas”
No has venido a juzgar nuestros fallos y tonterías, sino a buscar a quien anda extraviado, defender a quien está aprisionado, curar a quien está herido, acoger a quien está desamparado, lavar a quien está manchado, sanar a quien está enfermo, levantar a quien ha caído, salvar a quien se siente culpable, devolver la dignidad a quien la ha perdido.
Tú que crees en nosotros, Tú que esperas de nosotros, Tú que nos amas más que nosotros mismos, Tú que eres mayor que todos nuestros pecados, recréanos y danos un futuro nuevo y mejor.
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